* Si hay algo más predecible que una novela de televisión mexicana, son las campañas electorales en Cozumel
Por Joaquín Quiroz Cervantes
Es un hecho palpable que las campañas electorales en nuestros tiempos están diseñadas para que la amnesia colectiva se instale entre el electorado, con la esperanza de que el pasado se disuelva como azúcar en café.
Sin embargo, parece que algunos candidatos y candidatas llevan esta estrategia al extremo, creyendo que por arte de magia se han convertido en criaturas renovadas y que las huellas de sus acciones pasadas han sido borradas de la memoria pública.
Tomemos por ejemplo a Jorge Portilla Mánica, el flamante aspirante a edil de Tulum por Movimiento Ciudadano. Hasta hace poco era un ferviente promotor de la 4T y de la fallida candidatura presidencial de Adán Augusto.
Ahora, con un giro teatral digno de mejor causa, critica todo lo anterior y se erige como el salvador de Tulum. ¡Vaya audacia! La comedia se torna aún más rica cuando recordamos que, como secretario del ayuntamiento, proclamaba que todo en Tulum estaba de maravilla. Pero ahora, ¡oh sorpresa!, descubre que todo está mal. ¿No es para reírse?
Por otro lado, en el espectro político de Morena, nos encontramos con Angie Estefanía Mercado, quien ahora se proclama casi fundadora del partido. Hace apenas tres años, no perdía ocasión para lanzar críticas y veneno hacia todo lo que representaba la 4T.
Hoy, sin embargo, viste con orgullo los colores de Morena como si nunca hubiera militado en el Verde Ecologista. ¿Acaso cree que los electores no tienen memoria, o es que la tecnología aún no permite borrar videos del pasado?
No podemos olvidar a Lidia Rojas Fabro, la candidata naranja en la capital del estado, quien hace tres años perdiera de forma estrepitosa la alcaldía othonense.
Durante tres años no tuvo más que aplausos para la gestión de la edil Yensunni Martínez, sin un atisbo de crítica. Hoy, sin embargo, parece que se le ha encendido la lámpara de la crítica y de repente todo está mal. Qué conveniente cambio de chaleco justo en temporada electoral.
Y es que en este teatro de lo absurdo que se ha convertido la política, los cambios de bando y las transformaciones milagrosas parecen ser moneda corriente. Sin embargo, este tipo de incongruencias solo revela una profunda falta de respeto por la inteligencia del electorado.
A estos políticos les convendría recordar que, aunque intenten venderse como nuevos, el público no siempre está dispuesto a comprar viejas mercancías en nuevo empaque.
En fin, en este carnaval de contradicciones, uno sólo puede esperar que el electorado muestre tener mejor memoria que aquellos que aspiran a representarlo.
Y mientras tanto, seguimos entretenidos observando cómo algunos intentan disfrazar el viejo vino en nuevas botellas, esperando que nadie note la diferencia. Quizás el espectáculo sea patético, pero ciertamente no deja de ser entretenido.
Las aventuras de Perlita y Pedrito el princeso en la isla de la desilusión
Si hay algo más predecible que una novela de televisión mexicana, son las campañas electorales en Cozumel, donde Perlita y Pedrito el princeso Joaquín han decidido llevar el absurdo a nuevas alturas. ¿Se estarán reservando para el final o es que simplemente ya se dieron cuenta de que el ridículo también cansa? La intensidad de sus campañas ha decaído tanto que uno podría pensar que están más cerca de una siesta que de una contienda electoral.
Perlita Tun y Pedrito, los llamados aspirantes del PRIAN, empezaron con ímpetu, prometiendo revolucionar la isla, pero ahora parece que les basta con pasear por Cozumel acompañados de tres o cuatro incautos, tomar una foto para las redes sociales y repetir la misma caminata cada tres días como si fuera una serie en bucle. ¿Será esta la nueva estrategia de marketing político? Si es así, alguien debería decirles que no está funcionando.
Y es que no es fácil vender el mismo producto defectuoso una y otra vez. La gente de Cozumel ya les conoce bien el cuento. Ambos candidatos están marcados por su asociación con Carlos Joaquín, ese gran mago que logró desaparecer la prosperidad de Quintana Roo dejando detrás sólo su famoso legado de decepciones. Los ciudadanos, aquellos que aún conservan la paciencia para atenderles, cierran puertas en sus narices, y no faltan los que aprovechan para lanzar algún que otro elogio a su paso.
Los Heraldos de XLaLibre nos cuentan que ni Perlita ni Pedrito han encontrado la forma de hacer algo remotamente interesante, porque sus propuestas caen en el olvido tan pronto como la gente recuerda que fueron ellos quienes codirigieron el espectáculo de inseguridad en lo que antes se conocía como la pacífica isla de Cozumel. La soberbia y los malos tratos del pasado son los fantasmas que ahora les persiguen, saboteando cada intento de campaña.
Es casi poético ver cómo los fantasmas de sus propias gestiones pasadas les están cobrando factura. Mientras, Pedrito el princeso intenta ganarse una regiduría como quien busca redención en un reality show de bajo presupuesto. Perlita parece estar en una carrera contra el desempleo, luchando más contra su pasado que contra sus adversarios políticos.
En este carnaval de errores y tropiezos, uno no puede evitar preguntarse si estos candidatos alguna vez entenderán que no basta con cambiar el disfraz cada temporada electoral. Cozumel, esa isla que una vez fue sinónimo de tranquilidad y esperanza, ahora se convierte en el escenario de una comedia política donde los protagonistas parecen no darse cuenta de que el público ya no se ríe con ellos, sino de ellos.
Así que, mientras Perlita y Pedrito siguen intentando convencer a alguien de que esta vez sí es diferente, los electores de Cozumel ya parecen haber tomado una decisión clara: buscar alternativas, porque en el teatro del absurdo político, ya han visto suficiente de este acto, lo cual posiciona y deja bien parados a José Luis Chacón y Renán Sánchez Tajonar.
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