* Ana Paty no sólo es la candidata a vencer, sino también la figura que podría redefinir el liderazgo en Cancún
* Cozumel está en vísperas de una renovación política con la candidatura de José Luis Chacón
* Lo trágico de ELMA no es sólo su ineptitud manifiesta, sino su obstinada insistencia en aferrarse a un poder que claramente ya no quiere nada con él
Por Joaquín Quiroz Cervantes
En la dinámica política de Cancún, Ana Paty Peralta de la Peña no es una figura que pase desapercibida. Al contrario, su trayectoria es un compendio de éxitos continuos que delinean un futuro promisorio, para ella y para el municipio de Benito Juárez. Candidata por Morena y sus aliados para un nuevo periodo, Peralta no muestra signos de complacencia; su campaña es un claro reflejo de la tenacidad y el compromiso que la caracterizan.
Desde sus inicios como regidora, hasta su ascenso a diputada local y federal, y más recientemente como presidenta municipal, hoy con licencia, Ana Paty ha sabido capitalizar cada plataforma para amplificar su influencia y efectividad en la gestión pública. Sus raíces en el deporte y la academia no son meros adornos en su biografía, sino pilares que sustentan un enfoque disciplinado y meticuloso hacia el servicio público.
El arranque de su campaña no ha sido la típica exhibición de fuerza política superficial. Por el contrario, ha sido una demostración palpable de su base de apoyo robusta y creciente, reflejada en un liderazgo que resuena con un electorado ansioso por continuidad y renovación.
Su vínculo con todos los partidos de la 4T añade una dimensión interesante a su perfil, mostrando una capacidad para transitar por el complejo espectro político manteniendo alianzas estratégicas sin perder su identidad partidista.
El legado de Mara Lezama, su antecesora y mentora, es palpable en las políticas y proyectos que Ana Paty ha decidido llevar adelante. Sin embargo, no se limita a seguir pasos previamente trazados. La ciudad de Cancún, bajo su administración, ha experimentado una metamorfosis que combina lo mejor de la gestión anterior con innovaciones y adaptaciones propias de su visión para el futuro de la ciudad.
En términos electorales, Ana Paty Peralta se perfila no sólo como la favorita indiscutible para la reelección, sino como un catalizador para una posible reconfiguración del poder local. Sus competidores parecen más enfocados en disputarse un espacio secundario en el cabildo que en presentar un desafío creíble a su candidatura. Este fenómeno no es un simple accidente de la política local, sino el resultado de una estrategia bien ejecutada y de un desempeño que ha ganado la confianza y el aprecio del electorado.
A medida que el 2 de junio se acerca, los indicadores son claros: Ana Paty no sólo es la candidata a vencer, sino también la figura que podría redefinir el liderazgo en Cancún. Los ciudadanos, al parecer, están listos para respaldar a una líder que no sólo promete, sino que entrega; que no sólo habla, sino que actúa. Y en este actuar constante, Cancún encuentra la promesa de estabilidad y la esperanza de un futuro brillante y renovado. En el horizonte político de Quintana Roo, Ana Paty Peralta de la Peña es más que una candidata, es una fuerza de cambio imparable.
José Luis Chacón, en contra de los residuos del pasado
Cozumel está en vísperas de una renovación política con la candidatura de José Luis Chacón, quien ha demostrado ser, por amplia mayoría, el favorito de los cozumeleños para ocupar la presidencia municipal.
Con un arranque de campaña vibrante, Chacón se perfila como el sucesor lógico de la edil Juanita Alonso Marrufo y como el necesario, especialmente cuando los espectros del pasado, como Pedro Joaquín y Perla Tun, siguen acechando en los márgenes de la política local.
Pedro Joaquín, conocido como Pedrito el Princeso, y Perlita Tun, son figuras que personifican el desgaste y la corrupción política de un Cozumel que los ciudadanos prefieren olvidar. Ellos, quienes han sido catalogados como satrapas y vividores, parecen más preocupados por sus intereses personales que por el bienestar de Cozumel, haciendo de su regreso a la política una amenaza latente de regresión.
En contraste, el espectáculo del inicio de campaña de Chacón fue un reflejo de la esperanza y el apoyo popular que lo respalda. Miles de hombres y mujeres no sólo lo acompañaron, sino corearon su nombre, un sonido que resonaba en la plaza y en el corazón mismo de la comunidad. Su promesa es clara: devolver el poder al pueblo y situar las necesidades ciudadanas en el centro de todas las decisiones políticas.
Chacón ha empezado a trazar un camino que promete revolucionar la administración local. Ha planificado sesiones con expertos desde el primer día, buscando estrategias para cerrar las brechas de desigualdad y restaurar la seguridad, un problema que ha plagado a Cozumel tras años de negligencia, originados por el Princeso y Perlita.
La transformación que promete Chacón no es superficial. Este candidato entiende que los errores del pasado no deben repetirse y que la experiencia previa de ciertos políticos no debe confundirse con capacidad. Ha sido explícito en su discurso: quienes fallaron a Cozumel antes no deben tener una nueva oportunidad. Es tiempo de justicia y de una verdadera transformación, que se siente en las calles, en las políticas públicas y en cada hogar.
El enfoque de Chacón es de un gobierno a ras de suelo, un gobierno que conoce el palpitar de sus calles y las necesidades reales de su gente. Su compromiso va más allá de la retórica, proponiendo una profesionalización real de la policía, mejoras salariales significativas para los agentes, y una inversión en tecnología y recursos que verdaderamente podrán hacer frente a la inseguridad.
Además, Chacón no olvida la base de cualquier sociedad avanzada: la educación. Su gobierno se compromete a invertir en el futuro, empezando por los más jóvenes, asegurando que Cozumel sea un lugar donde la educación y el deporte sean pilares de desarrollo, no notas al margen.
En suma, mientras Pedrito y Perlita representan los fantasmas de un pasado fallido, José Luis Chacón se erige como la figura de un futuro prometedor. Cozumel está a punto de decidir, y con Chacón, parece que la decisión no sólo es clara, sino decididamente transformadora. Los despojos del viejo régimen deben dar paso a nuevas ideas, a nuevas energías y, lo más importante, a un nuevo amanecer político que realmente ponga a Cozumel primero. El 2 de julio, Cozumel tiene la oportunidad de votar por un candidato y por un destino.
Eduardo Martínez Arcila: crónica de un ridículo anunciado
En el teatro político de Quintana Roo, pocos espectáculos han sido tan penosamente cómicos como la actual campaña de Eduardo Lorenzo Martínez Arcila, conocido despectivamente en los círculos políticos como ELMA. Si alguna vez existió un manual sobre cómo no hacer política, seguramente ELMA no sólo lo leyó, sino que decidió implementar cada uno de sus peores consejos con una dedicación que roza lo patético.
Martínez Arcila, en un intento desesperado por mantenerse relevante, ha decidido aventurarse fuera del confortable nido de las candidaturas plurinominales, esas que consiguió previamente gracias a su entonces cómoda posición como presidente del PAN y a su habilidad para traicionar a todo aquel que le tendió la mano en su ascenso. Esta vez, sin embargo, se enfrenta a la cruda realidad del voto popular, y el escenario no podría ser más desalentador para él.
Conocido por sus colegas como “Arcila el bueno”, cabe preguntarse: ¿bueno para qué? Si la respuesta incluye habilidades para saquear el poder legislativo, generar lástima o nepotismo descarado, entonces sí, ELMA es insuperable. La ironía de autoproclamarse “el bueno” cuando su historial sugiere todo lo contrario es un acto de cinismo que ni el más audaz de los satíricos podría inventar.
La ausencia de respaldo de su antiguo mentor, el mismísimo Carlos Joaquín, alias Chespirito, no por su habilidad para hacer reír sino por su capacidad para desaparecer cuando más se le necesita, deja a ELMA expuesto no sólo al ridículo, sino a una derrota casi segura frente a su homónimo Eric Arcila, “el de a de verás”, quien parece encarnar todo lo que ELMA no es.
Lo trágico de ELMA no es sólo su ineptitud manifiesta, sino su obstinada insistencia en aferrarse a un poder que claramente ya no quiere nada con él. Su campaña se ha convertido en un desfile interminable de errores, meteduras de pata y deslices novatos que serían hilarantes si no fuesen tan patéticos. Y mientras ELMA sigue jugando a ser político, los ciudadanos de Quintana Roo no pueden más que mirar, entre la incredulidad y la vergüenza ajena, cómo el viejo proverbio se hace vida ante sus ojos: “No hay peor ciego que el que no quiere ver”.
En su cruzada por convertirse en el bufón inadvertido de la política local, ELMA no sólo ha demostrado ser un experto en el arte de lo ridículo, sino que ha elevado la torpeza a un nivel que podría considerarse casi una forma de arte. La pregunta para los electores en estas elecciones no es si votarán por él, sino cómo han permitido que su tragicomedia llegue tan lejos.
Mientras tanto, en algún lugar de Quintana Roo, el verdadero Eric Arcila –el competente, el capaz– debe estar contemplando la farsa que es la campaña de ELMA, preguntándose si alguna vez el destino le ofrecerá un oponente digno de su tiempo y esfuerzo. Por ahora, parece que tendrá que conformarse con observar cómo ELMA, solo y sin apoyos, convierte cada acto de campaña en un episodio más de esta comedia de errores que ya nadie encuentra divertida. Si este es el “cambio” que ELMA prometía, Quintana Roo sin duda alguna estará mejor sin él.
Y recuerden… esto es sólo para informad@s, si ustedes no estuvieran ahí leyendo yo no estaría aquí escribiendo, y si ser Malix el Huso Horario, el Whatsapp, el Facebook, X, la CFE, López, el Covid19, los troles y envidiosos nos lo permiten, nos leemos pronto, Dios mediante, pero que sea XLaLibre.
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