*El DIF, entre negocios turbios y verdadera transformación, hoy cuenta otra historia
Por Joaquín Quiroz Cervantes
En los días del desgobierno de Carlos Joaquín, ese sexenio que algunos aún quieren recordar con nostalgia —aunque más por conveniencia que por resultados— hubo muchas instancias abandonadas, pero ninguna tan evidenciada como el DIF estatal.
Sí, esa institución que debería ser el corazón sensible del gobierno, se convirtió en un cascarón vacío, en un showroom de apariencias y negocio personal.
Y es que, mientras el exgobernador se paseaba entre reuniones tibias y decisiones incoloras, quien en teoría debía velar por los más vulnerables, Gabriela Rejón, su entonces pareja sentimental, usó la noble causa del DIF como trampolín y vitrina personal. ¿El pueblo? Bien, gracias. ¿Las niñas, niños, adultos mayores, personas con discapacidad? En el olvido, como si fueran parte del mobiliario que solo servía para tomarse fotos cuando había prensa.
El DIF, en ese entonces, era un desfile de frivolidades, contratos a modo, eventos de relumbrón y cero impacto real. Se hablaba más de marcas de ropa y viajes que de programas sociales. Así se despilfarró el tiempo y se tiró a la basura la esperanza de miles de familias que dependían del apoyo de esa noble institución.
Pero llegó el huracán de las hermanas Lezama Espinosa y, con él, la transformación que muchos creían imposible. Mara Lezama, la primera mujer en gobernar Quintana Roo, no llegó sola. A su lado, su hermana Verónica Lezama, tomó las riendas del DIF estatal y, a diferencia de su antecesora, entendió que ahí no se va a posar para la cámara, sino a transformar realidades.
Hoy el DIF no es una oficina de relaciones públicas, sino una maquinaria de acción. Hay presencia, hay programas, hay compromiso. Desde el respaldo a mujeres violentadas, hasta programas alimentarios, salud mental y apoyo a personas con discapacidad. Hoy se escucha a quienes antes eran silenciados. Hoy se camina en colonias, no en alfombras rojas.
Quienes más lo necesitan por fin tienen rostro, voz y lugar en la agenda pública. Y eso, aunque les duela a los nostálgicos del saqueo, es transformación real, no simulacro.
En tiempos donde algunos aún sueñan con el regreso de los negocios disfrazados de ayuda, la nueva realidad del DIF estatal es un recordatorio: gobernar no es posar, es servir.
Y recuerden… esto es sólo para informad@s, si ustedes no estuvieran ahí leyendo yo no estaría aquí escribiendo, y si ser Malix el Huso Horario, el Whatsapp, el Facebook, X, la CFE, López, el Covid19, los troles y envidiosos nos lo permiten, nos leemos pronto, Dios mediante, pero que sea XLaLibre.
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