*Bajo la bandera del Partido del Trabajo (PT), Mena y Rodríguez pretenden ganar apoyo en Lázaro Cárdenas regalando pescado y comprando voluntades
Por Joaquín Quiroz
En el vasto teatro político de México, a menudo nos encontramos con personajes que desafían la lógica y la sensatez, destacando por sus ambiciones desmedidas y sus acciones erráticas. Uno de estos actores, Nivardo Mena, se ha destacado por su persistente mediocridad y su incapacidad para aprender de sus propios fracasos.
Mena, un político de la estirpe más deslucida, tuvo el dudoso honor de liderar Lázaro Cárdenas como alcalde. Sin embargo, su gestión estuvo marcada por el fanatismo religioso y el descontrol económico, lo que inevitablemente llevó a la decepción de sus ciudadanos y al rechazo en su búsqueda de la reelección. Parece que Mena no entendió el claro mensaje que le enviaron las urnas: su lugar no está en el liderazgo, sino en la periferia de la política, como un mero espectador de sus propias derrotas.
Sin embargo, en un giro de los acontecimientos que desafía toda lógica, Mena decidió aspirar a un cargo aún más alto: el de gobernador. Esta vez, su intento fue recibido con un rotundo rechazo por parte de los votantes, quienes demostraron una vez más que el mediocre desempeño de Mena no merecía ser recompensado con un puesto de mayor responsabilidad.
Ahora, en una alianza insólita con Gerardo Rodríguez, un político desarrapado con conexiones cuestionables, Mena busca revitalizar su carrera política. Bajo la bandera del Partido del Trabajo (PT), este dúo improbable pretende ganar apoyo en Lázaro Cárdenas regalando pescado y comprando voluntades. Sin embargo, su estrategia descarada sólo demuestra su desesperación y su desconexión con la realidad política de la región.
Es evidente que Mena y Rodríguez no entienden que su destino político está sellado por su propia ineptitud. Su falta de visión y sus acciones desatinadas los condenan a ser meros espectadores en el juego de la política, perpetuamente destinados a coleccionar derrotas y decepciones.
En el escenario del PT, donde los líderes parecen haber extraviado su brújula moral, Mena y Rodríguez se convierten en simples comparsas de un espectáculo grotesco. Su ambición desmedida sólo sirve para resaltar la falta de liderazgo y la corrupción que plagan nuestro sistema político.
Mientras Mena y Rodríguez continúen persiguiendo sus sueños políticos sin sentido, el pueblo de Lázaro Cárdenas debe permanecer vigilante y resistir los intentos desesperados de estos payasos políticos por manipular y engañar. Porque al final del día, en este carnaval político, la verdadera voz del pueblo siempre prevalecerá sobre las ambiciones egoístas de unos pocos.