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La incongruencia en Chetumal: ni el progreso es suficiente para callar a los inconformes 

*La gobernadora Mara Lezama hizo lo que mejor sabe hacer: gestionar, negociar y lograr que el trazado del Tren Maya se modificara para incluir a Chetumal

* Es un juego perverso de la política: quien pierde no se va a casa, sino que se queda como un regidor más del montón

Por Joaquín Quiroz Cervantes

Chetumal, la capital de nuestro querido Quintana Roo, parece tener el título indiscutible de ser el epicentro donde el descontento nunca cesa, sin importar cuánto se haga por satisfacer los anhelos de su gente. Lo que debería ser motivo de orgullo y alegría –la llegada del Tren Maya hasta sus puertas– se ha convertido, para algunos, en una excusa más para quejarse sin ton ni son.

Recapitulemos: originalmente, el proyecto del Tren Maya no contemplaba a Chetumal como parte de su ruta. Los planes iniciales trazados por los ingenieros militares, expertos en logística y ejecución de grandes obras, apuntaban a que la estación más cercana sería en Ucum, una decisión técnica basada en la complejidad del terreno y las dificultades que implicaría extender la vía hasta la capital.

Pero, como era de esperar, las voces de siempre –esas que nunca encuentran satisfacción en nada– comenzaron a gritar al cielo: ¿Por qué no llega el tren a Chetumal? ¿Por qué siempre favorecen al norte del estado y nos dejan fuera?

Entonces, en una muestra de sensibilidad política y compromiso con su tierra, la gobernadora Mara Lezama hizo lo que mejor sabe hacer: gestionar, negociar, y lograr que el trazado del Tren Maya se modificara para incluir a Chetumal.

Pero claro, el hecho de que esta extensión no estuviera en los planes originales implicaba nuevas obras, construcción de puentes y una serie de ajustes que, por supuesto, afectarían temporalmente el tránsito vehicular.

Es el costo inevitable de cualquier obra de magnitud que busca el progreso, pero en lugar de entender esto como parte del proceso, las mismas voces que antes exigían el tren ahora se lamentan por las “molestias” que trae consigo.

La incongruencia es asombrosa. Los mismos que pedían a gritos una estación en la capital, son los que ahora critican sin tregua en redes sociales por la supuesta “lentitud” en el tránsito.

Y es que parece que algunos no comprenden que para tener un futuro mejor hay que hacer ciertos sacrificios en el presente; o, tal vez, la queja constante sea el único deporte que saben practicar con destreza.

Mientras tanto, las obras avanzan a pesar de todo el ruido. Los primeros ensayos ya están en marcha en los puentes que darán acceso a Chetumal y, muy pronto, la ciudad no solo recibirá al Tren Maya, también se verá embellecida con una entrada digna de la sede de los poderes estatales.

Es irónico pensar que, cuando finalmente estas obras estén terminadas y el progreso sea tangible, tal vez los mismos de siempre encuentren algo más de qué quejarse. Ojalá que, por una vez, aunque sea por un breve momento, agradezcan el esfuerzo y la visión de un proyecto que busca darles más de lo que pedían.

Pero, bueno, tal vez pedir gratitud es mucho en un lugar donde quejarse se ha convertido en costumbre.

Cuando los perdedores se convierten en regidores

En la política quintanarroense, como en una obra maestra de ironía y maquiavelismo, los perdedores de las elecciones municipales parecen tener un asiento reservado en los cabildos, compartiendo espacio con aquellos que alguna vez soñaron derrotar o, en muchos casos, gobernar. Es un juego perverso de la política: quien pierde no se va a casa, sino que se queda como un regidor más del montón, mientras que su vencedor asume la presidencia municipal y, para colmo, les toca compartir poder por tres largos años.

Es casi tragicómico imaginar la escena de un excandidato derrotado, de pie frente a quien le arrebató el sueño de gobernar. Durante la toma de protesta, esa persona que hace unos meses era su mayor adversario, a quien quizás impugnó y a quien deseó ver derrotado en todos los sentidos, se convierte en su jefe.

Y, por supuesto, le toca levantar la mano y jurar: “Sí protesto”, comprometiéndose a trabajar en conjunto con quien lo superó en las urnas. Es un ejercicio diario de tragar sapos sin hacer muecas, la encarnación viva de lo que significa “comer porquería sin hacer gestos”.

Este domingo y lunes presenciaremos este curioso fenómeno en Quintana Roo, cuando los 11 nuevos presidentes municipales rindan protesta, pero no lo harán solos. Junto a ellos estarán los mismos perdedores que durante 90 días de campaña les hicieron la vida imposible, impugnaron sus resultados, e incluso intentaron desacreditarlos.

Ahora, esos contrincantes, vencidos, pero no derrotados, tendrán que asumir su regiduría o, en algunos casos, despreciarla con la dignidad herida. ¿Qué camino tomarán? ¿Optarán por patalear hasta el final, insistiendo en una victoria que nunca tuvieron, o se resignarán a ser uno más del cabildo, sabiendo que su oportunidad pasó?

El caso más emblemático será, sin duda, el de Chetumal, donde la contienda fue feroz y la derrota, para algunos, todavía es difícil de digerir. Lo mismo veremos en Tulum, Solidaridad y Cozumel, donde las elecciones cerradas dejaron heridas abiertas entre los contrincantes. Sin embargo, es en Chetumal donde la herida es más profunda, y será interesante observar quiénes de los perdedores asumirán con gracia su papel como regidores y quiénes optarán por despreciar la posición, incapaces de soportar la humillación política.

La política quintanarroense es un escenario lleno de personajes que, con el tiempo, han aprendido a jugar el juego. Algunos ya sabían desde antes de la campaña que su verdadera meta no era la presidencia municipal, sino la reelección como regidores, asegurando un puesto, aunque no lleguen al poder máximo. Sin embargo, para aquellos que sí lucharon hasta el último voto, la realidad será más amarga, y su papel como regidores será un recordatorio constante de su fracaso.

La toma de protesta de los nuevos ayuntamientos no solo será una formalidad, también un espectáculo digno de análisis: veremos quiénes de los perdedores asumen con dignidad su nuevo rol, quiénes reniegan del puesto y quiénes aún insisten en que ganaron sin haber ganado. Porque, al final del día, en la política, el poder no solo se gana en las urnas, sino también en la capacidad de asumir la derrota con elegancia… o al menos, intentarlo.

Y recuerden… esto es sólo para informad@s, si ustedes no estuvieran ahí leyendo yo no estaría aquí escribiendo, y si ser Malix el Huso Horario, el Whatsapp, el Facebook, X, la CFE, López, el Covid19, los troles y envidiosos nos lo permiten, nos leemos pronto, Dios mediante, pero que sea XLaLibre.

Mi correo: quirozjoaquin@yahoo.com.mx. Sígueme en X @joaquinquirozc y Facebook porlalibrecolumna #Xlalibre #yotambiensoymalix #soyquintanaroo

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